Vosotras, las familiares,
inevitables golosas, vosotras, moscas vulgares, me
evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces como
abejas en abril, viejas moscas pertinaces sobre mi calva
infantil!
¡Moscas del primer hastío en
el salón familiar, las claras tardes de estío en que yo
empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas, perseguidas por amor de lo que
vuela,
-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales en los días otoñales... Moscas
de todas las horas,
de infancia y adolescencia, de
mi juventud dorada; de esta segunda inocencia, que da en no
creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares no tendréis digno cantor: yo sé
que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado, sobre la carta de amor, sobre
los párpados yertos de los muertos.
Inevitables golosas, que ni
labráis como abejas, ni brilláis cual mariposas; pequeñitas,
revoltosas, vosotras, amigas viejas, me evocáis todas las
cosas.
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